*El tabú de la muerte*.


28 Octubre 2013

Muerte-Vida-Muerte. 
Vida-muerte-vida.

Para comprender la muerte, hay que comprender la vida. La una no va separada de la otra. Ambas son formas cíclicas de la existencia de todo ser materializado (nacido). La muerte ha sido y sigue siendo un desgarro para el ser humano. Hay dos formas de vivir y sentir la muerte:  Una, cuando la muerte se materializa en los seres queridos. La otra, la percepción de la propia muerte.

El ser humano se proyecta con amor hacia su entorno, (sus queridos). La necesidad del otro es la materialización del propio yo.
La existencia humana necesita materializarse en todos sus ámbitos: Deseos, sentimientos, emociones, pensamientos y acciones.
La muerte trunca esta proyección hacia el otro. El vacío es desolador.
La muerte se experimenta como el fracaso, la derrota o la usurpación del propio yo.
La incomprensión de la  vida es, la misma incomprensión hacia la muerte. El sentimiento de fracaso, de dolor y de usurpación, viene dado, no por la muerte, sino por la vida que se vive. La vida exenta de la realización plena del ser, genera estos sentimientos de impotencia, y son estos sentimientos los que se proyectan hacia la muerte.
 El miedo está presente en ambas facetas del ser humano: Miedo a la vida, miedo a la muerte.
El miedo a la vida viene dado por la carencia. Carencias de todo tipo: De afecto, valoración, realización propia.
 La falta de la plenitud en la vida, ve a la muerte como el final y resolución de toda carencia vivida. La muerte amplifica los sentimientos de derrota y de desgarro, el sentimiento de impotencia y del miedo.
Hay estudios realizados con personas en estados cercanos a la muerte, y todos relatan lo mismo: Un túnel, al final del túnel luz, seres conocidos, y felicidad. Una felicidad suprema no experimentada en la vida terrenal. A pesar de estos estudios y la comprobación de todas las personas que han pasado por este trance, la muerte, no es vista ni sentida como esta experiencia, en el resto de personas, que no han experimentado en primera persona estas vivencias.
El ser humano no puede sentir por la experiencia ajena. Esta es una de las razones por lo que las palabras no alcanzan el grado de sentimiento. El sentimiento sólo es real, cuando se vive en primera persona y se experimenta.
El ser humano pasa por procesos de evolución cíclicos: vida-muerte-vida o, muerte-vida-muerte.
A la largo de la vida se producen muchas muertes (cambios). Cada cambio supone la muerte de unas experiencias, para el nacimiento de otras. Si observamos la evolución humana a lo largo de la historia veremos que los cambios son lentos. La resistencia a los cambios, es la resistencia a la muerte de unas formas de vida, para aceptar las nuevas formas de vida (fluir).
Las tradiciones culturales se oponen a los cambios, a la muerte, al oponerse (resistirse a un hecho natural), sólo se incrementa la lentitud de las nuevas formas más evolucionadas de vida. Cuánta más resistencia (miedo) hay en vida a los cambios, más resistencia se ejerce hacia la muerte. A mas resistencia, más dolor y desgarro.

La muerte y la vida son inseparables.  La muerte es la disolución de una forma u formas de existencia, para adquirir otra u otras formas de existencia y seguir experimentando la evolución en la existencialidad, pasando por tramos efímeros y eternos. Efímeros, en la materialización, eternos en la esencia.
El dolor en el ser humano es inevitable (es un ser sintiente). La lucha contra dolor genera mas sufrimiento. La resistencia, al no quererlo vivir, provoca y aumenta su naturaleza destructiva.
 Aceptar la muerte, es aceptar la disolución de las formas que ya no son, para dar paso a nuevas formas de vida.
El tabú, el miedo hacia la muerte, ha hecho que en la historia de la humanidad la muerte no sea aceptada. El rechazo a la misma, provoca el aumento del dolor, sufrimiento y angustia.
Vida-muerte, muerte-vida, es la realidad del ser humano. Hay que aceptar la muerte como esta realidad cotidiana (ser conscientes de esta realidad, no negarla). No esperar al final de la vida para entender la muerte, para aceptarla como parte del ser humano. La muerte (disolución) se da con frecuencia en otros niveles, durante la vida del ser humano. Muere la infancia para dar paso a la adolescencia, muere la adolescencia para dar paso a la juventud, la juventud a la madurez, y la madurez a la vejez. La vejez como conclusión de una vida, dará paso a un nuevo ciclo de nacimiento.
 Mueren unas ilusiones para dar paso a nuevas (otras ilusiones), mueren relaciones para dar paso a relaciones nuevas. Mueren unos deseos para dar paso a nuevos deseos.

En las sociedades modernas, mas cercanas a los cambios (la muerte), las relaciones de pareja no son de por vida (como antiguamente marcaba la tradición), mueren unas relaciones amorosas para dar paso a otras relaciones de amor. Pero la no aceptación de la muerte, de la disolución (el cambio), hace que con frecuencia, los cambios no sean vividos como un éxito o triunfo, de libertad personal y de elección propia, sino de fracaso. El dolor ante la separación es un hecho. No aceptar la muerte (el cambio), hace que el dolor se perpetúe, y en muchas ocasiones cierre el paso a lo nuevo y el ser humano quede atrapado en el dolor, el sufrimiento y la angustia.
 Estas muertes que se dan a lo largo de la vida, (disolución de unas experiencias, para vivir otras) son vividas dese el miedo. El miedo a la carencia.
 Y es frecuente que el ser humano busque formas de vida (experiencias) que no concluyan con el cambio (la muerte). Esta percepción de la vida, está en contra de la naturaleza de las existencias (seres humanos y/o, seres vivos), y de las experiencias de la vida (todo muere, todo se diluye, todo cambia). Esta percepción genera sufrimiento.
El tabú de la muerte, es una percepción milenaria, después de la muerte: nada.
Este nada desarraiga al ser humano, lo encarcela en una angustia de tal forma, que el ser humano niega la muerte de las cosas, los sucesos y las personas, (todo lo que se quiere y ama o, considera que contribuye a su supervivencia)
No se puede evitar el dolor, pero si puede evitarse el quedarse atrapado en la angustia y el sufrimiento.El dolor se manifiesta como una curva: viene, alcanza el punto álgido y se diluye (se va) (periodo de luto). La angustia y el sufrimiento no obedecen a esta curva natural, puede instalarse para siempre. No es una reacción natural, sino un apego mental.
Hay que cambiar la percepción de la muerte. No es un final, es un cambio, la vida sigue, porque la existencia sigue. La existencia es indisoluble. Aceptar las muertes (pequeñas muertes) en vida, de las propias experiencias personales, es aceptar los cambios, y con ello la voluntad ajena y la voluntad propia. La voluntad del ser en su propio cambio, y la voluntad en el cambio ajeno. Aceptar.

Como la muerte no va separada de la vida, ni la vida de la muerte, la consciencia debe ubicarse en el tiempo presente, en el aquí y el ahora. Aceptar la vida.
 El ser humano es una proyección de si mismo (de su alma y de su espiritu). Aunque parezca una paradoja,  la no aceptación, no incluye sólo a la muerte, incluye también a la vida. La frustración y falta de realización personal, es una falta de consciencia ante la aceptación de la vida.

El miedo detiene al avance del ser humano en su evolución (evolución, realización personal). ¿Cuántas cosas haría un ser humano y no lo hace por miedo (miedo al cambio)?.

La vida y la muerte no es ajena a la voluntad del ser humano (su existencialidad), (voluntad consciente y voluntad inconsciente)
La percepción antiquísima de la vida y la muerte no es vista como un acto de voluntad del espiritu y del alma del ser humano en materializarse (SER), sino como un acto supremo, ajeno a la voluntad humana, una divinidad que da y que quita sin ninguna lógica comprensible y que no obedece a ninguna ley de la naturaleza, sino a un acto voluntario y fortuito de otra voluntad a la que no se tiene acceso. Ello deja completamente impotente al ser humano de comprender y aceptar su propia voluntad ante la vida.

Para entender el yo esencial que cada ser humano posee, hay que entender que somos una voluntad (propia), que nos reflejamos en este mundo, nos proyectamos en la vida y la muerte, la existencia de cada ser (individuo), va más allá, del pequeño tramo percibido, desde la óptica limitada  y milenaria de la vida y la muerte, aun vigentes como un tabú en nuestras sociedades modernas.

La percepción de la voluntad humana, como ajena a la vida o la muerte, es una percepción que anula el sentido del ser y el sentido de autorealizarse desde la la plenitud propia. La voluntad consciente está en el aquí y el ahora de la vida. La voluntad inconsciente del ser humano, ya ha proyectado su final (su muerte,disolución) en este plano de existencia.

El ser humano no tiene acceso a la voluntad inconsciente, pero sí, a la voluntad consciente. El aquí y el ahora en la vida. El ejercer la voluntad propia, no oponerse a la libertad de los otros en SER, no oponerse a SER a través de los cambios de la vida es el FLUIR.

Es frecuente que se la muerte se vea como un fracaso, no como la voluntad del alma y el espiritu en partir hacia otras experiencias y planos de vida, para seguir realizándose  el ser existencial. El fracaso que se siente ante la muerte, es el fracaso que se siente ante la vida. De todo cuanto no se ha hecho, no se ha dicho, no se ha experimentado y vivido.

Por ello, hay que ser conscientes de la vida. Aceptar la vida en toda su magnitud. Dejar morir conceptos antiguos, aceptar los cambios en el presente (del presente) y aceptar la voluntad de ser y autorealizarse. Aceptar la voluntad, como el acto primero del ser existencial que somos.






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